jueves, 7 de enero de 2016

Hazme el amor.


Son muchos los recuerdos que tengo de su cuerpo desnudo, de sus besos, de la manera en que suspira al hacer el amor, de esa mirada felina en el preámbulo de la penetración; ella es una mujer con una pasión desenfrenada, es una mujer que constantemente está pidiendo más y más.

Su nombre artístico es “Naho”, una pequeña abreviación de Naomi, no recuerdo en que momento comenzó a compartir sus labios con los míos, no recuerdo en que momento nos convertimos en amigos con derechos, no recuerdo en qué momento se convirtió en una adicción estar con ella. La conocí en un bar, ahí estaba ella bailando tan sensual, estaba provocándome en cuanto cruce mirada con ella, comenzó a morderse los labios de una manera sutil y elegante.

No recuerdo cuando lo hicimos por primera vez, pues mis ganas y fantasías siguen vigentes como que si nunca lo hubiéramos hecho ya, el deseo de tenerla nuevamente entre mis brazos es muy fuerte.
Saliendo del bar llegamos a mí auto, uno de tantos lugares en los que nosotros hicimos el amor, uno de tantos, pero sin duda es el más especial de todos, por haber sido nuestra primera vez en este auto; el nerviosismo de Naomi era visible pues estábamos solos, sin embargo, el deseo en su rostro inocente era casi hipnótico, estando acostada conmigo en los asiento de atrás, me acerque a ella y le bese, su boca recibía la mía en diferentes intensidades de besos, algunos de amor, algunos de inocencia, algunos de mera pasión. Mientras la besaba con mi mano empezaba a recorrer su pierna, al principio ella quiso detenerme pero luego me sonrió y comenzó a llevar la delantera, después de besarle su boca tantas veces tomo mis manos para ponerlas en sus senos, bese su cuello, pero en realidad estaba preparándome para besar sus pechos, en cuanto probé el sabor de sus pezones quise devorarla sin más, tocarle los pezones con la punta de mi lengua para después masajeárselos era sin duda un placer alucinante, pronto comencé a ver su rostro lleno de locura era sorprendente ver su cara de excitada, apretar sus pechos aunque le doliera era sin duda algo que le agradaba.
Estando ambos con la pasión a flor de piel, me puse a su espalda y comencé a besar su cuello suavemente, comencé a darle mordidas, cada mordida era más fuerte que la anterior, quería que se prepara por lo que estaba por venir, oler el perfume de su cabello mientras la besaba era algo que me excitaba, abrazarla y tener la sensación muta de tener sus senos entre mis manos y su trasero en mi miembro era una marea de sensaciones agradables, sentir como mi erección cada vez se ponía más y más dura, sentir como quería penetrar su lindo trasero, sentir como mi pene quería salirse de mi bóxer y solo pensar que lo que impedía esto era la tanga negra que llevaba puesto consigo, era algo que nos excitaba realmente a los dos.

Verle su sostén negro aumentaba mis ganas de querer verla desnuda, comencé a quitarme mis bóxer para quedar totalmente desnudo frente a ella, recordar su cara en cuanto vio mi pene es algo que me provocaba querer terminar con esa noche de placer inmediatamente, arranque su sostén porque no quería perder tiempo, ahora su tanga era lo único que faltaba, me arrodille estando yo a su espalda para quedar mi rostro frente a su trasero, lo bese una y otra vez, la tome de la cintura y suavemente le quite su diminuta ropa interior, lo disfrute haciéndolo, siempre era un placer quitarle esa prenda, no solo por ver como quedaba al desnudo ese trasero que aun hoy me enloquece, sino también por admirar su vulva y labios, húmedos, brillantes; carnosos y admirarle como si se tratase de una bella y exótica flor de tersos pétalos que esperaban mi palpitante miembro, el que pronto se abriría paso dentro de ella; quitarle su tanga con rastros de humedad y los bellos que rodeaban su vulva goteantes de su elixir, era un signo inequívoco de que su cuerpo anhelaba sacudirse por un orgasmo.
Ya completamente desnuda, le pedí se pusiera de rodillas en ese pequeño e incómodo espacio en el que estábamos, viendo hacia el respaldo del mismo y que separara sus piernas, así podía tener su trasero y vulva frente a mí, se inclinó un poco para facilitar la vista y las maniobras de mis manos, separe sus nalgas y quedo a mi vista aquello que tanto deseaba, tome dos de mis dedos y lubricándolos con sus jugos que tenuemente escurrían, la penetre, podía sentir su vagina apretada, tibia, Naomi no decía nada, su cuerpo solo se acompasaba con el movimiento de mis dedos, sentir en mis dedos como su elixir se escurría entre ellos y los pequeños apretones que le daba a mis dedos era el preámbulo de lo que solo ella sabía hacerle a mi miembro, con la respiración agitada, y todo su cuerpo caliente y con rastros de sudor, me pidió que me sentara, así lo hice, y en algo que nunca espere, ella se subió sobre de mí, arrodillada, con cada rodilla al lado de mis piernas, como montándome, pero viéndonos de frente, y ahí comenzó la cabalgata, fue increíble, sentir como la penetraba, pero no a mi ritmo, sino al de ella, con la profundidad que ella deseaba, ver su rostro lleno de ardor, caliente, dominante, dispuesta a disfrutar, no pude menos que admirar esa postal, aquella imagen se quedaría grabada por siempre en mi mente: su cabello negro suelto, moviéndose al compás unas veces rápido que ella misma deseaba y otras veces lento y profundo que a ambos nos causaba el mayor placer, la sentía, disfrutaba estar dentro de ella, sentía como mi pene se sentía apretado cuando deseaba salir y le costaba entrar otra vez ya que sus labios estaban demasiado hinchados, aun lo recuerdo y mi erección comienza a nacer otra vez, si, era una amazona montándome, lo maravilloso, era que lejos de sentirme usado para su placer, me sentía profundamente extasiado por las sensaciones que ella me proporcionaba.


Su rostro y respiración le delato, su éxtasis comenzaba a asomarse, me dispuse a acabar en una explosión orgásmica mutua, tome con una de mis manos uno de sus senos ahora levemente húmedo por el calor de su sudor, aquellos pezones eran de piedra, excitantes, tomar su seno y masajearlo acrecentó las sensaciones en ambos, con mi otra mano tome su cadera, y a cada arremetida que ella daba, la jalaba con más firmeza hacia mí, su mirada busco la mía y sin palabras me dijo que rico me coges te amo, enseguida vino el torrente del orgasmo y pude sentir como mi semen inundaba su vagina, la misma que apretaba mi pene por las convulsiones de su placer, nos abrazamos y disfrutamos el desvanecimiento momentáneo que te dejan aquellos orgasmos que sabes marcan momentos especiales en tu vida. Ese día fue mi primera experiencia sexual, ese día se convertiría en un constante “hazme el amor”, por parte de ella, ese día mis ganas de querer satisfacerla sexualmente todos los días aumentaron más y más, ese día la noche, la luna misma comenzó a ponerse roja de la envidia de aquella noche de pasión, aquella noche donde le hice el amor.

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